viernes, 28 de octubre de 2011

El Quita penas

"EL QUITA PENAS" DEL CEMENTERIO: PARA EL ÚLTIMO ADIÓS Y EL PERMANENTE ¡SALUD!

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Antigua dirección del "Quita Penas", en El Panteón 1125-1131.
Como suele suceder con las picadas más clásicas de Santiago, no se sabe con total exactitud cómo y cuándo nació este popular bar-restaurante del ex barrio de La Chimba, allí cerca del Cerro Blanco y los cementerios. Las fechas que se proponen transitan por la segunda mitad del siglo XIX, pues lo claro es que ya existía para el cambio de centuria.
En algunos períodos se le ha llamado "Quita Penas", y en otros "Quitapenas", junto. Su nombre provendría, por conclusión lógica, del desahogo que se daban allí los comensales después de haber despedido a sus seres queridos, pues se ubicaba estratégicamente en la proximidad del Cementerio General, en Avenida del Panteón, después llamada La Unión y Profesor Zañartu. Ha pasado por varios dueños desde entonces, y su éxito estuvo garantido por el hecho de que los cortejos fúnebres se hacían antes a pie, de modo lo que los deudos pasaban invariablemente a este local para "llorar" a sus difuntos.
Dicen que su primer propietario o uno de los primeros dueños habría sido el ciudadano de ascendencia italiana don Enrique Burroni F., aunque el restaurante seguía perteneciendo a este apellido más o menos hasta los años sesentas. Según la prodigios memoria de nuestro amigo y generoso informante don Benjamín Gutiérrez, el primer nombre del local habría sido "La Gloria" pues, según decía el dueño, "aquí se viene a tomar gloriao", nombre que recibe un traguito a base de aguardiente, azúcar y clavo de olor, servido y tomado durante los velorios y también después del funeral del finado, especialmente en la antigua tradición del campo. Al morir "el gringo" Enrique, como le llamaban impropiamente, su esposa se hizo cargo del restaurante por algún tiempo, antes de ponerlo en venta y así desprenderse de los recuerdos dolorosos que le provocaba la partida de su querido ausente.
Entrevistando a su hija Maina Burroni, Oreste Plath rescató una historia casi de humor negro, cuando estando don Enrique aún vivo, en la época en que las marchas se hacían con las últimas carrozas a caballos que quedaban, autorizó a un cortejo que había llegado demasiado tarde al cementerio encontrando las puertas ya cerradas, a quedarse toda la noche en el local para repetir el velorio, esta vez con abundante bebida y jolgorio, en espera de que abrieran otra vez las puertas del complejo en la mañana siguiente.
Son muchas más las historias que "El Quita Penas" ha acumulado dentro y fuera de sí, pero las más recordadas son, fundamentalmente, dos de ellas: el paso del infortunado poeta Pedro Antonio González por sus mesas de madera y la fundación de uno de los equipos iconos de la división profesional del fútbol chileno.

Actual local en Recoleta 1485, esquina Obispo Valdivieso.
DE LA ANTIGUA UBICACIÓN DEL LOCAL
"El Quita Penas", originalmente, se encontraba en los números 1125 y 1131 de la mencionada Avenida del Panteón, en una vieja casona con subterráneo en la primera cuadra y cercana a la monumental entrada de la necrópolis. Hay historias informales que lo creían ubicado en otros puntos de la actual Avenida La Unión o Profesor Zañartu, pero esto es un error o un mito urbano, probablemente surgido de una confusión con el local de la Posada de la Cañadilla, que existía en la esquina de esta calle con Independencia donde hoy está la Biblioteca Municipal y a sólo pasos de la ubicación real del antiguo "Quita Penas". El número real de la casa está perfectamente documentado.
Esta ubicación primitiva en la actual Avenida del Panteón se explica porque la única entrada del camposanto en aquellos años y para el público general era este histórico acceso, de modo que el bar-restaurante no siempre estuvo en Recoleta 1485 esquina Obispo Valdivieso, frente a la segunda entrada del Cementerio General que se habilitó en los años cuarentas.
Incluso hay quienes aseguran que alcanzó a pasar por otro local de la Avenida Recoleta frente al cementerio, más al Sur; o que su primer lugar era un subterráneo. No tenemos todo claro al respecto, pero la verdad que podemos constatar es que se cambió desde sus antiguas instalaciones en El Panteón (ahora, Profesor Alberto Zañartu) directamente hasta su actual local de Recoleta.
Este antiguo local de Profesor Zañartu pertenece actualmente a otro restaurante y su vista hacia el exterior está muy dificultada por el pasillo que forma la gran cantidad de kioscos y puestos comerciales allí instalados, antecediendo la entrada al nuevo hospital.
Hacia fines de los noventas, "El Quita Penas" estaba virtualmente en la quiebra y con riesgo de cerrar para siempre. Entonces, fue adquirido por don José Miguel Mendoza, quien le ha dio nuevos bríos al local en su ubicación de nuestros días, en Recoleta entre el Cementerio General y el Cementerio Católico. A veces atiende él y en otras ocasiones su señora María Salomé Rojas, apodada "La Primera Dama" por los fieles clientes del boliche.
REFUGIO DEL POETA PEDRO ANTONIO GONZÁLEZ
El barrio de este sector de Santiago era famoso desde antaño por sus chinganas y fondas, además de históricas casas de recreación, algunas provenientes de tiempos coloniales. La demolición de muchas de estas casonas y la renovación del barrio tras la construcción de los cementerios, del Hospital San José y de la sede de la Universidad de Chile fue modificando su carácter popular y pobre del siglo XIX, empujando hacia él a una intelectualidad algo oscura que coincide, más o menos, con el cambio de centuria.
El "Quita Penas" no era sólo una cantina en aquellos primeros años, sino también una posada más del sector. Plath recuerda que, en el 1900, el poeta maldito oriundo de Curepto, Pedro Antonio González, lo había convertido en su "dormitorio, biblioteca, cuarto de tarea y bar". Desde que había llegado a Santiago y abandonado sus estudios de Derecho, había reducido su vida a una actividad nocturna en distintas buhardillas, posadas y bares bohemios, trabajado apenas en algunos periódicos o dictando clases particulares con las que lograba subsistir en penosas condiciones.
Podrá sonar romántica la relación de este poeta de mirada estrábica con "El Quita Penas", pero tuvo su lado también "maldito": el alcoholismo y la miseria consumieron a González. Arruinado, sin dinero para sobrevivir, sus cuentas en la cantina eran generosamente pagadas por su amigo, el también escritor Antonio Orrego Barros. Otros de sus amigos, como Francisco Contreras y Marcial Cabrera Reyes, relataron cómo siempre lo encontraban vagando por las calles, mal vestido y apoyándose en su bastón, con un libro o un lote de papeles bajo el brazo, seguramente con sus obras. Borracho, sin duda, aunque sus camaradas de artes prefirieron ocultar el comentario.
González no resistió mucho este estado de progresivo deterioro, y falleció poco tiempo después, el 3 de octubre de 1903, en la Sala de San Carlos del Hospital San Vicente de Paul. Los médicos le habían advertido que el alcohol le quitaría la vida, pero de todos modos, él prefirió no postergar la despedida a su memoria en "El Quita Penas".
El trágico poeta Pedro Antonio González.
FUNDACIÓN DEL CLUB COLO-COLO
En abril de 1925, la crisis interina del Club Deportivo Magallanes había llegado a su punto de ebullición, por diferencias profundas entre la dirigencia y los jugadores aliados con algunos socios, sobre la profesionalización de la institución. La ruptura era inminente y la posibilidad de diálogo entre dirigentes y bases ya no tenía posibilidades.
Sucedió, entonces, que un grupo de estos disidentes caminaba por la calle Independencia hacia Avenida del Panteón, planificando la conspiración contra la dirigencia del club de fútbol. Pero se les hizo tarde para ir a comer y decidieron pasar entonces al "Quita Penas", que les quedaba en el camino, para seguir sus conversaciones.
Fue en sus salas del subterráneo del antiguo local, entonces, en donde la audacia del vino y la sabrosura de uno que otro platillo llevó a los rupturistas del Club Magallanes, liderados por David Arellano, a planificar una estrategia de autonomía y decidir fundar un club deportivo nuevo en lugar de unirse a otro, como se había propuesto en un principio, llamándolo Colo-Colo por sugerencia del futbolista Luis Contreras, en homenaje al caudillo araucano de la Conquista de Chile.
Luego de algunas reuniones y afinamientos más, el flamante club será inaugurado con celeridad. Años después, el ex campeón Agustín Biggini Curotto dijo que en medio de la improvisación de esta primera etapa, un día no encontraron tinta de tampón para humedecer los timbres del club necesarios para sellar actas, por lo que alguien sugirió -medio en broma y medio en serio- pedir vino tinto concentrado para cumplir el trámite.
Oficialmente, entonces, el nuvo club es presentado el 19 de ese mismo mes en el Estado El Llano, bajo la presidencia de Alberto Parodi y el mismo cargo honorario para don Luis Barros Borgoño. Estaba destinado a ser el equipo con más estrellas en la historia deportiva nacional.
Increíblemente, los hinchas del Club Social y Deportivo Colo-Colo muchas veces desconocen la importancia que tuvo en su propia historia institucional "El Quita Penas", hablando de manera general sobre la fundación del equipo "en un bar" o "en un restaurante" sin precisar que éste aún existe y tiene sus puertas abiertas a los buscadores de las tradiciones históricas que aloja en sus salones.
David Arellano, líder de los "alzados" del Club Magallanes, reunidos en "El Quita Penas" en 1925 para fundar el Club Colo-Colo. Arellano falleció trágicamente sólo dos años después, víctima de una lesión durante un partido amistoso en Valladolid (Fuente imagen: Wikipedia).
Reunión de la dirigencia del Club Colo-Colo en su aniversario de 1960, en el antiguo "Quita Penas" de la ex calle El Panteón. Fotografía publicada por la revista "En Viaje". Están presentes algunos de los sobrevivientes de la mesa directiva original del club.
"EL QUITAPENAS" EN NUESTROS DÍAS
Ya en 1955, "El Quita Penas" había sido mencionado en los cuentos de don Luis Cornejo en su libro "Barrio Bravo", tras el triste funeral de un personaje del conventillo "Las Delicias". No ha sido la única vez que aparece en la literatura, por cierto.
Aunque la concurrencia de clientes ya no es la misma de antes, pues en nuestros días los muertos son arrojados dentro de la cripta por los mismos deudos que llegan y se van presurosos en vehículos, la pasada del brindis final en "El Quita Penas" por el fallecido sigue siendo una tradición instituida en la sociedad santiaguina; parte de la cultura nacional, a estas alturas.
Me han tocado algunas de estas alegres-tristes jornadas, especialmente tras el adiós a escritores o personajes históricos sepultados en los últimos años por estos cementerios, como una reunión después del funeral de Miguel Serrano. Sin embargo, él fue sólo uno más de los muchos poetas que han sido despedidos con un brindis en este boliche: Manuel Peña Muñoz, en su ensayo "Los Cafés Literarios en Chile", reproduce una fotografía de Julia Toro tomada a otro versista, Jaime Quezada, compartiendo unas copas en "El Quita Penas" tras el último adiós a su joven colega Armando Rubio, en diciembre de 1980. También han sido despedidos en encuentros "alternativos" de adiós de este local el darmaturgo Andrés Pérez y el músico Eduardo "Gato" Alquinta, de los Jaivas, los veranos de los años 2002 y 2003, respectivamente.
El valor redescubierto de este sitio como bar literario, fue quizás lo que llevó al joven dramaturgo Danilo Pedreros Parra a escribir y dirigir una obra ambientada en este local: "Quitapenas (de amor, locura y muerte)", obra que transcurre en una Noche de San Juan vivida dentro del bar por un grupo de personajes atormentados y extravagantes. Este trabajo ganó un premio a la Mejor Obra Inédita 2005, entregado por el Consejo Nacional de Libro.
"El Quita Penas" de hoy conserva su ayer: los muros en ambas salas están llenos de fotografías antiguas, cuadros de la belle époque y los pasajes de la historia del fútbol que germinaron en su interior. La construcción de la Estación Metro Cementerios facilita mucho más la llegada hasta sus puertas. En junio de 2004, el Consejo Regional de la Cultura de la Región Metropolitana extendió en el Día del Patrimonio Cultural un reconocimiento especial al "Quita Penas", como una de las Mejores Picadas Urbanas de Santiago, junto a otras diez conocidas casas. El 5 de enero del año siguiente, recibió uno de los Premios Ciudad de la Fundación Futuro. Desde entonces, los reconocimientos no han parado.
La popularidad de los excelentes "terremotos" del bar, sus sabrosas empanadas, perniles, chorrillanas, bifes a lo pobre y comidas chilenas en general, seguramente le tienen garantizada aún larga vida, tras servir por mucho más de un siglo a quitarle las penas al pueblo.
Fotografía tomada por Julia Toro al poeta Jaime Quezada en "El Quita Penas", tras el funeral de Armando Rubio en diciembre de 1980. Imagen publicada por Manuel Peña Muñoz en "Los Cafés Literarios en Chile".
Sala principal del "Quita Penas".

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